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viernes, 14 de septiembre de 2012

¡Oh, reflejo!

Están por todas partes. Omnipresentes, que se dice. Los fantasmas de nuestro presente nos persiguen. Algunas veces, cuando más luz hay. Otras, la oscuridad permite jugar con ellos.
Muchos poemas le han dedicado cientos de palabras. Unos los admiran, otros los evitan. Nos enseñan la realidad, pero al revés. A veces distorsionada. A veces se confunden con lo real. Otras veces nos cegan.
La fotografía es eso, un reflejo. Todas las cámaras tienen en su interior un espejo. Y el espejo refleja. El agua también. Los cristales y los metales. Los móviles y las gafas. Los ojos (no solo el alma) ¡Los cuadernos! ¿A quién, de pequeño, no le han cegado en clase reflejando la luz del sol en las tapas de libros y cuadernos?
Así que fotografiar un reflejo no es más que el reflejo de un reflejo, ¿no? Quizá, puede.







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